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miércoles, 14 de diciembre de 2011

cristian gonzales, javier monares.

El petitorio obrero en su contexto
En diciembre de 1907, en la Escuela Domingo Santa María, los obreros del salitre estructuraron un petitorio “resumen” de sus demandas históricas, muy similar al que habían presentado en las huelgas más relevantes como la de 1890 en Valparaíso, Tarapacá y Antofagasta; la de 1903 en Valparaíso; 1905 en Santiago y 1906 nuevamente en Antofagasta. Para 1907 las huelgas llegaron a ser una estrategia incorporada al movimiento obrero, y una respuesta organizada frente a las malas condiciones de vida, que habían empeorado producto de la depreciación de la moneda y el aumento del costo de los bienes de consumo.
La creciente identificación de los trabajadores obreros con su condición de clase creó las condiciones para el surgimiento de numerosas organizaciones, también diversificadas en sus formas, capaces de llevar a cabo una potente racionalización de sus necesidades y de las maneras de obtener resultados concretos de parte de las autoridades. Frente a estas últimas se relacionaron diferencialmente, esperando reciprocidades particulares, es decir, como actor social, el movimiento obrero incluyó a los dueños de los medios de producción, al gobierno, al parlamento, etc., como “otros” en un universo simbólico traspasado por las relaciones de poder y dominación a través de las cuáles se vincularían con cada actor y con todos en conjunto.
En esa construcción identitaria de los obreros nacen distintas miradas sobre el mundo y la realidad que se desarrollaron y multiplicaron con el desarrollo histórico de los hechos y la agudización de las contradicciones entre el capital y el trabajo. Desde los mismos trabajadores surgen anhelos vinculados a ideologías que a veces se contrapondrán entre sí respecto a los métodos de acción, pero que tendrán un análisis muy similar de las condiciones de vida en que estaban sumidos los obreros así como de las causas de su situación social, económica y cultural. El petitorio de la Escuela Santa María, se nutrió, entonces, de diversas miradas y formas de concebir un futuro mejor. Muchos autores atribuyen las exigencias educacionales, por ejemplo, a los obreros de ideología anarquista, mientras que las demandas que buscan una mejora en el salario, serían sustentadas por sectores que esperaban mejorar poco a poco, a través de vías institucionales, las condiciones de vida de los obreros. Estas diferencias serán importantes a la hora de comprender cómo el movimiento llega a plantear un petitorio que estaba dirigido no solamente a los empresarios salitreros, que los rechazarían por no estar dispuestos a perder su autoridad frente a los trabajadores, sino también hacia quienes, pensaban los obreros, tenían un rol importante que jugar en la solución de sus problemas, este era el Estado y en particular el Congreso Nacional que por esa época tenía una posición en la estructura de poder y una capacidad para tomar decisiones mucho mayor a la de otros períodos de nuestra historia.
La confianza de algunos trabajadores en una respuesta de ayuda desde el parlamento se sustentó fundamentalmente en la comisión que dicha institución envió a Tarapacá en 1904, y que se había mostrado favorable a las demandas de los obreros, pero de la cuál no surgieron resultados concretos. Lamentablemente, el poder del Congreso no se condecía con el nivel de representatividad de la institución ni con el de la discusión política sobre la situación de los trabajadores, ámbito, lógicamente influido por la distribución desigual de ese poder.
En ese contexto de esperanza a ser escuchados por la institucionalidad, los trabajadores del salitre presentaron su petitorio en la reunión del lunes 16 de diciembre de 1907, en el inicio de una gran huelga con consecuencias nefastas. Aquel petitorio planteaba las siguientes demandas básicas
  1. El pago del jornal a 18 peniques
  2. La supresión del sistema de fichas
  3. El libre comercio al interior de las oficinas de forma amplia y absoluta.
  4. Cierre general con reja de fierro en todos los cachuchos[4] y chupadores de las oficinas salitreras y pagando éstos una indemnización de $5.000 a $10.000 a los trabajadores que se malogren a consecuencia de no haberse cumplido con esta obligación.
  5. Una balanza y una vara para verificar los pesos y las medidas en las pulperías
  6. Conceder lugar gratuito para que funcionen escuelas
nocturnas, siempre que algunos obreros lo soliciten.
  1. que el administrador no podrá arrojar a la rampla el caliche decomisado y después utilizarlo en los cachuchos.
  2. La permanencia en sus puestos de trabajo a los que han participado en la huelga o indemnización de entre 300 y 500 pesos en caso de despido.
  3. Indemnización de 10 a 15 días de sueldo en caso de despido.
  4. El acuerdo deberá ser firmado públicamente por los jefes de las casas salitreras y los representantes obreros.

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